sábado, 12 de febrero de 2011

Música

Desnuda tu guitarra y ¡tócame!
Hazme vibrar con tus dedos
Oblígame a corear a gritos tus notas.
Y ese puente que nos conecta
Que no calle
Que no calle
Repite la canción que me escurre
Cambia tu solo por un dueto conmigo
Sé que te gusta
Te escucho disfrutarme
mientras tu cuerpo aplaude con el mío.

Una mañana.

Te has levantado tarde y con cansancio. No te interesa un baño o desayuno. Tomas un minuto para no pensar mientras recorres tu habitación con la mirada. Te encuentras con tu reflejo en el televisor. Decides ponerte de pie camino al baño mientras mencionas para ti que quisieras olvidarte del televisor. Tirarlo por la ventana. Caminas al baño. Tomas tu cepillo para lavar tus dientes. Al correr el agua lavas tu rostro y de nuevo la voz de tu mente se alza para enunciar otro de tus deseos. El deseo de limpiar algo más que tu carne. Bañar y purificar eso que llaman alma. Que no conoces, pero algo de ello está dentro de ti. Lo crees porque lo has sentido. Sea lo que sea decides aceptar el concepto de “alma”. No sientes ganas de profundizar en ideas. Y ¿ahora qué? Regresas a tu habitación donde cerca de ti tu cuaderno te observa y lo ignoras. Al igual que tus libros y la escoba. Decides convivir con el polvo. El televisor ahora no te parece tan mala idea. “Un poco de anestesia mental” dice tu silencio. “¿Qué más da?” hoy quieres olvidarte de ti. Te viene la idea de escapar de tu entorno. Una nueva interrogante te surge. ¿Dónde podrías perderte para olvidarte de ti? De nuevo te gana la pereza, quisieras una respuesta pronta o energías para planear. Sientes el efecto de la televisión. Te acurrucas en tu cama sin preguntarte cuando realmente iras a despertar. Por ahora te has perdido y no queda más que narrar…